lunes, 3 de agosto de 2009

Dimensiones inusuales de la colección de memorias vacías.

Colocaba en aquel entonces mis pertenencias sobre un pilar de sanciones escritas por aquellos quienes me rodeaban sin que yo notara su presencia, intuía sin embargo que el vacío blanco dentro de la mayonesa de las góndolas no era entonces aquello que quisiera traer para mis aposentos, porque siempre me resbalé con los cartones que puedo apreciar en la entrada de los chinos. Comparativamente se disciernen las mejores situaciones de las que uno quisiera poder escapar cuando la campera que tenemos puesta se saca con botones y no con cierre. Vos sabés que cuando yo quiero sentir una maremota saliendo desde los interiores del cerebelo, tengo que flotar como si de lámparas absurdamente conectadas a una alimentación inexistente se tratasen.
Cuando sabíamos que las cosas eran así, no eran así, pero cuando sí sabíamos que las cosas no eran así como producto de nuestra sabiduría relacionada a la seridad del objeto genérico, todo se convertía en una magia que ni siquiera podía establecerse al mirar circular el día que las cosas sean implícitas en el conocimiento.
Vagamente supuse entonces que estaba dentro de un espacio conceptual formado por mi propia mente, que todo aquello a lo que había asociado un recuerdo existía, pero la mismas cosas que generan la incertidumbre y la definen como algo medible me alejaban de mi seguridad dentro de la estabilidad conceptual de mis ideas. Es por eso que nunca pude formar grandes ideas que se construyeran a partir de la concatenación de otras más pequeñas, nunca se puede afirmar la veracidad de cada una y la cadena se rompe, y esta anticipación genera un status nihilista que está como vos querés.

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